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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Loyola, su laboratorio, y unos fotógrafos italianos

La Casa de la Imagen recupera y documenta el archivo fotográfico de Julián Loyola

De Julián Loyola aseguran que fue el mejor fotógrafo de Logroño entre los años 20 y 40. Describen la figura del ginecólogo, cirujano taurino y profesor de la lengua universal del esperanto, de hombre inquieto y moderno. Quizá la pasión por los lenguajes universales le hizo adentrarse en el universo de la fotografía. Sus primeras imágenes fueron vistas estereoscópicas y unas tomas de fotografía infrarroja. Le gustaba experimentar y estar a la última. Así que al descubrir una moderna cámara Contax de 35 mm sus nuevas fotografías fueran modernas y atrevidas.


Jesús Rocandio y Carlos Traspaderne han realizado, desde la Casa de la Imagen, un exhaustivo trabajo de investigación y documentación sobre la figura de Julián Loyola y la actividad desarrollada desde su laboratorio. Una labor investigadora que ha deparado gratas sorpresas y les ha permitido hilar momentos históricos, personajes, ciudades y describir, a través de imágenes, la vida de una ciudad a lo largo de cerca de tres décadas. Una extraordinaria colección de fotografías que ahora, una vez ordenada y clasificada, puede contemplarse en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Logroño y que ha permitido la edición de un nuevo número de la colección ‘Fotógrafos de Logroño’.


Una muestra que es también un recorrido por la ciudad en un periodo marcado por las turbulencias, desde la Belle Epoque, vivida simultáneamente con la crisis de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, el advenimiento de la II República, el Levantamiento Militar y la posterior Guerra Civil. El sublevamiento militar del 18 de julio de 1936 estuvo apoyado por las potencias fascistas de Alemania e Italia. “Especialmente notable –resalta el catálogo- fue el apoyo de Mussolini mediante fondos, material y tropas, que se encuadraron en el llamado Corpo Troupe Volontarie".


El contexto histórico y político es esencial para comprender la importancia del archivo fotográfico de Julian Loyola. En esos años, Logroño era una ciudad de provincias en retaguardia. No hubo frente, pero sí más de 2.000 fusilados y miles de represaliados. Esa aparente placidez, junto a su situación estratégica entre frentes, la convirtió en base para el alto mando italiano y zona de descanso de sus tropas.

 

Antes de estallar el conflicto fraticida, Julián Loyola destinaba buena parte de su tiempo a viajar por Europa con el pretexto de difundir y ensañar el esperanto. Disfrutaba fotografiando espectáculos, en la oscuridad del interior de los cines, camarotes, su consulta, la puerta de toriles, la cubierta de los barcos, los campos Eliseos o vagones en pleno traqueteo. Durante sus viajes toma imágenes de ciclistas del American Cirque, de las gaviotas en el Bático, de los modernos edificios que en 1935 se elevaban hacia el cielo de Rotterdam, fotografías de Estocolmo, París, Bruselas, San Remo, de la ciudad sueca de Upsala, de Palermo… Imágenes que muestran momentos del día al día, un escaparate, gente disfrutando al sol, un café a media mañana…
Apuntan quienes han analizado el estilo de Loyola que son fotografías en las que remarca dónde estuvo y con quién, al tiempo que juega con la ambigüedad de hacer creer que lo fotografiado no tiene importancia aparente. “Son fotografías que cuestionan lo que está ausente, lo que ha quedado fuera del cuadro. Fotografías que huyen de la obviedad en la elección del momento, conduciendo al quien las observa por una narración de escondida intencionalidad”.


Como a todos, a Julián Loyo le pilló la guerra. Por imposición tuvo que acoger –no en su casa como le ocurría a muchos ciudadanos- sino en su laboratorio a varios militares que ejercían de fotógrafos en el ejército italiano, con los que terminó haciendo amistad. “Dicen que es sabido por los fotógrafos que la luz roja del laboratorio invita a las intimidades, las confesiones, los chismes y a compartir fórmulas secretas”. Así que, en aquellos años, el Laboratorio de Loyola se convirtió en un ir y venir de negativos, productos químicos y probetas. “Como resultado –recuerda el catálogo- un tendedero del que colgaban diversas versiones de la misma España. Tantas como autores”. En un Logroño en el que la guerra no parecía tal, en una ciudad en retaguardia, en las imágenes del Laboratorio de Loyola destacan los desfiles, soldados en los cafés, cortejando, fumando, entierros, “pero guerra, lo que se dice guerra poca”.

 

Cuenta Jesús Rocandio que cuando comenzaron a adentrarse en el archivo fotográfico de Julián Loyola comprobaron que algunas de las imágenes mostraban un estilo diferente al del ginecólogo logroñés. Desde ese punto de partida hilaron con las circunstancias que se vivieron durante la guerra en el laboratorio de Loyola. “La singularidad de la colección fotográfica que puede contemplarse en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento radica en haber sido fabricada por cinco fotógrafos que muestran la imagen de una ciudad en retaguardia. Seguramente uno de los mejores y más extensos reportajes sobre esta temática de los que puede verse en España”.

Rocandio y Traspaderne resaltan que “un poco de suerte y muchas horas de investigación nos han llevado al descubrimiento, relacionados con el Laboratorio de Loyola, de los fotógrafos Mario Borghi, Gugliemo Sandri, Michele Franconey Giovanni Sorba”.


De Borghi son esos negativos que surgieron entremezclados entre las imágenes del archivo de Julián Loyola y que mostraban un estilo fotográfico diferente. El trabajo documental desarrollado desde la Casa de la Imagen revela a Sandri como la figura fotográfica más relevante. “Hemos revisado más de 11.000 imágenes suyas para elaborar la exposición”.


La investigación iniciada a partir del archivo de Loyola “nos llevó también hasta Francone, del que próximamente se publicará el libro ‘El camino de la Guerra Civil’. Al igual que Sorba, del que se conserva su diario, Francone fue un soldado armado con una cámara que aportó una visión única de una ciudad alejada del frente mediante una mirada marcada por la curiosidad”.


Al recorrer la muestra se puede observar despedidas de tropas en la estación de tren en 1936; homenajes a los caídos, cortejos fúnebres, el anuncio de la proyección de la película ‘La Bandera’, a Franco despidiendo a un batallón de voluntarios italianos desde el aeródromo de Agoncillo o la boda de Luigi Gatti, secretario de Mussolini, con Pilar Moras, en Santa María de La Redonda en 1939. También mapas, insignias, uniformes republicanos, cascos y enseres bélicos y hasta una moto Guzzi con sidecar, junto retratos taurinos, zíngaros bajo el puente de Hierro, soldados asomados por la ventanilla de los vagones, momentos cotidianos de la ciudad, lavaderos, trillas, algún que otro saludo a la romana, recortes de prensa y, por supuesto, cámaras de fotos de la época. Mientras un grupo de personas se acerca curioso a las imágenes que componen la exposición, el fotógrafo de un diario local retrata el momento. Del alguna manera, la Historia se repite./Javi Muro.

 

•    ‘El laboratorio de Loyola’. Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Logroño. Hasta el 7 de febrero. Del 18 de diciembre al 6 de enero, de 11 a 14 y de 17 a 21.30 horas (excepto los días 24 y 31 de diciembre por la tarde y los días 25 de diciembre y 1 y 6 de enero, mañana y tarde, que permanecerá cerrada). Del 7 de enero al 7 de febrero, de 18 a 21 h los días laborables, y de 12 a 14 y de 18 a 21 los días festivos.

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