2623

{CULTURA / EXPOSICIONES}

El IER recupera un fragmento de una Biblia Albeldense del siglo X

Los expertos sitúan el manuscrito en el Monasterio de San Martín de Albelda

Entre todos los documentos que custodia la biblioteca del Instituto de Estudios Riojanos (IER), posiblemente el manuscrito M-263 sea el más desconocido para muchas generaciones y uno de los más importantes que custodia. Se trata de un documento de características muy particulares, ya que se trata de un fragmento de una Biblia Albeldense del siglo X, que fue hallado por Pedro González y González, sirviendo de forro a la ‘Ejecutoria de un pleito litigado por los cabildos unidos de las colegiatas de Logroño y Albelda contra el Ayuntamiento de Logroño en 1571’. Tras un largo periplo de 16 años, en el que incluso ha permanecido extraviado, el Instituto lo ha recuperado para volver a ofrecerlo al público. El responsable de la Biblioteca y del Archivo del Instituro de Estudios Riojanos, José Ignacio Peso, detalla las carácterísticas y la relevancia del manuscrito:

 

Esta hoja manuscrita en su día fue cedida para la exposición ‘Sancho III el Mayor y sus herederos’, llevada a cabo en 2006 en Pamplona, para lo cual se realizó una cuidadosa restauración, que llevó a su aplanado y encapsulamiento pues, como se indicaba antes, sirvió de tapas para la ejecutoria de un pleito. A su regreso al IER, cambió de ubicación para una mejor conservación, pero sin que quedara constancia de cuál era el nuevo lugar que ocupaba. Hoy, tras dieciséis años, la institución la ha recuperado y la vuelve a mostrar al público.

 

Historia

En el escritorio de Albelda, durante la segunda mitad del siglo X, se copió una Biblia de la que sólo se conserva este fragmento. Al ser una reducida muestra es muy difícil comparar este fragmento con otras obras del entorno. Es un folio (de 490 x 315 mm) escrito a dos columnas con 51 líneas, por ambos lados, que contiene parte de la Epístola de San Pablo a Timoteo, y casi completa la Epístola a Tito. Se pueden apreciar en su margen inferior los números romanos que indican el número del cuaderno correspondiente, el LVIIII, lo que lleva a considerar que la Biblia tendría unos 500 folios.

Ilustración

En lo que se refiere a la ilustración de personas, escenas y objetos relacionados con el texto, en este caso destaca la influencia mozárabe del manuscrito. Merece destacar la letra inicial figurada, es una ‘P’, que se adapta a la figura del apóstol San Pablo, imitando el trazado de la letra con la imagen de una de las manos. La vinculación con el texto, que es una ‘Epístola de San Pablo’ hace que se desarrolle una imagen muy específica. Pero este San Pablo aparece representado de pie, de manera aislada, estático, parece una figura más cercana y humana, lo transmite no sólo en su actitud serena, sino en los gestos de unas manos desproporcionadas (una con un bastón y la otra en actitud de bendecir).

 

El ovalado rostro de San Pablo, se representa de perfil, con un pelo ondulado muy llamativo, tanto como esa intensidad que reflejan sus ojos negros tan expresivos. Su boca está formada por un trazo recto con un punto debajo y su nariz en forma de gancho, forma una línea que se une a las cejas. Es una imagen pintada con colores intensos, planos, de textura espesa, sin marco ni fondo sino directamente sobre el pergamino, en el hueco que le han dejado.

 

En palabras de la investigadora Soledad Silva: “El fragmento ilustrado con un retrato de autor, San Pablo, situado al comienzo de su Epístola a Tito se encuentra dentro de la tradición de un tipo de Biblias hispanas caracterizadas por contener notas marginales de la Vetus Latina a la que pertenece la Biblia del año 960 (actualmente conservada en San Isidoro de León) realizada por Florencio y Sancho en el scriptorium de Valeránica. Aunque la mayoría de las miniaturas ilustran episodios narrativos del Antiguo Testamento, el tipo de imagen cambia en la ilustración del Nuevo para el que se optó por retratos de autor”.

 

Indumentaria

De la indumentaria se puede destacar cómo la parte inferior de la túnica nos presenta unos pliegues en forma de canutillo, que dan cierta sensación de relieve. Las túnicas y los mantos aparecen con cenefas adornadas de una serie de líneas de puntos o trazos cortos y una línea blanca que sigue el trazado de los plegados, así como los círculos o formas en diferentes ángulos que tienen estas vestiduras, muchas veces representadas con una serie de líneas onduladas muy características. Las formas del cuerpo no se transparentan. El modo de concebir esa indumentaria (túnica, tunicela, sobrevesta, borceguíes) revela esas características tan típicas del siglo X.

 

Influencia

Para la mayoría de expertos, como Sánchez Belda, Millares, Klein o Díaz y Díaz este es un fragmento perteneciente al Monasterio de San Martín de Albelda. No hay muchas dudas, ya que hay una serie de características comunes a la tradición de ese scriptorium (similitudes en el colorido, en los rostros, en detalles del vestuario), pero también hay rasgos particulares, sobre todo por el modo de tratar tanto el rostro como la indumentaria, que como bien apuntaba ya Silvia Verástegui (1984) lo ponen en relación con el miniaturista del Beato de El Escorial (un manuscrito atribuido al scriptorium de San Millán de la Cogolla, escrito entre el 950 y el 955).

Por su iconografía y la decoración de los pliegues de las vestiduras relaciona esta miniatura con la Biblia castellana de Florencio y Sancho (960). Es posible que los discípulos y calígrafos de Vigila iluminaran Biblias, como es indudable ver en el citado pergamino.

 

Es posible que, como apunta Silva, el miniaturista tenga influencias del Monasterio de San Millán y a su vez del Monasterio de Santa María de Valeránica (Burgos), y especialmente del Codex Biblicus Legionensis o Biblia mozárabe de León o del Smaragdo. Cuando se comparan las caligrafías y las miniaturas, en nuestro caso miniatura, apreciamos la semejanza, y cómo se ha producido también la influencia de esta obra en nuestro calígrafo y miniaturista.

 

La composición figurativa es muy próxima a la iconografía de la zona riojana y burgalesa. Es posible que muchos de los artistas miniaturistas emigraran por el peligro que suponían las constantes incursiones en la zona por Almanzor, como fue el caso de la destrucción del Monasterio de Valeránica. Este desplazamiento forzado de las poblaciones del citado monasterio, al ser una zona de conflicto constante bien pudo llevar a que los copistas e ilustradores fueran acogidos en San Millán o en San Martín de Albelda, donde dejasen su particular estilo en su trabajo diario. Actualmente se conoce que entre San Martín y Valeránica existían estrechas relaciones entro los escriptorios castellanos y riojanos en el siglo X. Incluso se podría considerar que se mandasen encargos para que ciertas obras fueran copiadas en Albelda. Incluso existió una tendencia a ilustrar las iniciales de las epístolas con el retrato del autor. Así pues, quién sabe si el retrato de nuestro autor fuera el de la imagen de San Pablo (o algún discípulo de Florencio o Sancho)…/SPOONFUL

 

*Bibliografía: Sánchez Belda 1950, página 440. Millares 1963, nº 207. Klein 1976, página 253. Díaz y Díaz 1979, página 74-75. Silva 1984, páginas 52-53 y 193 y 197. Nota: parte de este contenido se ha elaborado a partir del trabajo de Soledad Silva y Verástegui: Iconografía del siglo X en el reino de Pamplona- Nájera, Pamplona, 1984.

Suscripción a la Newsletter Enviar