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{CULTURA / EXPOSICIONES}

El arte homenajea en Santa Lucía a los dioses de la naturaleza

El proyecto 'Arte en la tierra' reúne a los cinco artistas que participaron en su primera edición

  El espíritu artístico que impregna Santa Luciía de Ocón se intuye desde el cruce que deja atrás la carretera de Galilea. A partir de ese punto, y aunque aún restan cuatro kilómetros para alcanzar el pueblo, el asfalto toma cuerpo de lienzo manchado de intenso negro alquitrán en algunos de sus puntos; muestra volúmenes escultóricos en otros, e incluso se adivinan algunos grabados, bajorelieves y bocetos de dibujos en sus márgenes.


Mientras, cuando aún no han dado las diez de la mañana, el sol menos furioso que en jornadas anteriores comienza su labor diaria de colorear fincas y tejados y difuminar sombras en rincones y recovecos alrededor de la torre de la iglesia.


Arriba, casi en lo alto de la villa, reside el escultor –porque así se define así mismo, “artista es demasiado grande”, dice- Félix Reyes. El escultor canario de nacimiento y riojano de adopción fue el promotor hace diez años de la iniciativa ‘Arte en la Tierra’. Hoy continúa siendo su alma mater. Un extraordinario coordinador que cada año, desde 2003, incita a artistas locales, nacionales e internacionales a poner su creatividad al servicio de la naturaleza que rodea a Santa Lucía de Ocón.


Al parecer ‘Arte en la Tierra’ surge de una de las peculiaridades que suelen acompañar a los artistas, la inquietud. En este caso la inquietud por conocer de Félix Reyes. Fue durante un viaje a Italia donde descubrió una actividad similar. “Me gustó y la traje aquí”. Recuerda que al principio le preocupaba el hecho de que aquí, en San Lucía, no había piedras como en Italia, pero tenían paja y un entorno natural y paisajístico increíble. Así que reunió a cinco de sus amigos artistas –José Carlos Balanza, Carlos Rosales, Demetrio Navaridas, Óscar Cenzano y Carmelo Argáiz- y les propuso celebrar algo similar. Ahora, al cumplirse diez años de ‘Arte en la tierra’, los cinco amigos artistas han regresado a las fincas, campos y veredas para festejar el aniversario a través de su creatividad e imaginación.


Entre medio, entre la primera edición y la actual, ‘Arte en la tierra’ se ha internacionalizado y ha evolucionado y concedido libertad creativa. “No podíamos, año tras año –apunta Reyes- incitar a los artistas a trabajar sólo con paja, no se puede ser tan purista. Había que dar libertad, recordando que el paisaje es siempre el escenario”.

 

Félix señala que los artistas ya están trabajando desde primera hora de la mañana. No hay que alejarse demasiado de la casa del escultor para encontrar a Carmelo Argáiz. Mientras el coordinador recuerda que no ha desayunado aún, Argáiz explica que ha transformado el garaje de Félix en una peculiar sala de exposiciones. Allí ya se encuentra en pleno montaje de ‘Asphodeus’ una colección de esculturas figurativas y fotomontajes, en los que la flora silvestre tiene un especial protagonismo, así como el color y el punto de vista que adquieren las tallas.
No me quiero apartar –indica Argáiz- del camino sobre el que ya estaba trabajando y por eso he tratado de adaptarlo a Santa Lucía”. Quizá con esa intención ha jugado en los fotomontajes con las dimensiones obteniendo escenas realmente sugerentes en las que se entremezclan personajes ficticios y autorretratos. “Está siendo –describe- un trabajo complejo, en el que he enlazado fotografía, escultura, grabados y dibujo, e incluso fotografías que tienen mucho de dibujo”. Y mucho color, en las esculturas y en las imágenes.


Carmelo Argáiz señala que siempre ha entendido el proyecto ‘Arte en la tierra’ no sólo como el montaje de una obra, sino también como la sugerencia a realizar algo nuevo durante los cinco días que los artistas pasan en el valle. De ahí, de esa convicción, ha surgido un cuaderno de dibujos y bocetos sobre la flora silvestre de la zona.


Al reflexionar sobre ‘Arte en la tierra’, Argáiz utiliza la palabra entusiasmo y alude a la esencia del arte, a la figura humana como parte esencial del arte junto al paisaje. “Por muy conceptual que seas –dice- trabajar cerca de la tierra es parte de la esencia del arte”.


El final de la conversación con Carmelo y el desayuno de Félix coinciden. El coordinador de ‘Arte en la tierra’ desciende por la calle principal de Santa Lucía para visitar al resto de los artistas y comprobar cómo van y si precisan de ayuda. Junto a uno de los miradores nos encontramos con Demetrio Navaridas. Está en pleno proceso de cálculo y medición. Su obra se sustenta en un juego geométrico. Así que le dejamos haciendo números y la citamos para más tarde.


En un hangar de grandes dimensiones, situado justo en una de las revueltas que sigue la carretera a través del pueblo –de encontrarse en los Alpes, el asfalto estaría firmado con el nombre de algún campeón de los pedales- trabaja José Carlos Balanza; bueno, José Carlos Balanza y nutrido grupo de vecinos de Santa Lucía –mayores y muchos niños- que tejen junto al artista cañas de paja con hilo de pescar.

 

Balanza ha dado continuidad en Santa Lucía a su indagación entorno a la relación del tiempo, el espacio y la distancia. “En esta ocasión –explica- no hay cálculos predeterminados, sino que será la propia obra a su conclusión quien fije un cifra”. Sera también ese final el que complete el título y rellene las incógnitas aún existentes en ‘Dibujo de X centímetros’.
  El boceto que ya esboza José Carlos Balanza en su mente se instalará en ‘Aguamanar’, una finca situada en la vertiente izquierda de la carretera, a tan sólo un centenar de metros de la iglesia. “El nombre del lugar –apunta- es ya de por sí bonito, atractivo”. Sobre ese terreno, el artista ha clavado tres troncos, que previamente buscó por los alrededores con la única condición de que le dijeran algo, que transmitieran. Situados en línea y separados por una distancia de trece metros entre el primer y el último serán las referencias sobre las que Balanza tejerá su dibujo. Entonces podrá completar el título.


Hace diez años, José Carlos Balanza participó en la edición inaugural de ‘Arte en la tierra’ con otro juego de madera y paja. Entonces se trataba de un dibujo octogonal que simulaban bocadillos de paja. “Fue un debate –explica- sobre la idea de que la vida se come a sí misma”. Ahora quizá, la intensidad de la reflexión se ha multiplicado. El propio artista así lo reconoce: “Ahora, están más presentes las relaciones que establezco en la vida, conversaciones, libros, los momentos que voy viviendo… quiero encontrar la conexión por ahí, por ese camino”. Así que las líneas que surgirán en la obra de José Carlos son algo así con un dibujo para seguir viviendo. “Sí. Es más complejo –comenta- aún siendo sencillo”.


Al preguntarle sobre qué representa ‘Arte en la tierra’, Balanza habla de la buena gente de Santa Lucía, de cómo colaboran, de un trabajo entre amigos y del disfrute de realizar algo efímero, limpio. “Me gusta –resalta- la idea de que en el mismo lugar puede volver a producirse el vacío y ocurrir algo nuevo”.

 

En la carretera, a tan sólo unos metros, Carlos Rosales camina hacia una finca que parece recién arada. Alrededor, los terrenos aún mantienen una tupida manta de espigas de trigo. Este año el cereal ha llegado tardío y no ha dado tiempo de segar. “Para mí –explica- era importante volver al mismo sitio diez años después y poder reflexionar sobre qué ha pasado conmigo y con el lugar”. En aquel 2003, en su proceso de búsqueda creativa, Carlos Rosales constató como el sol entraba al fondo y se reflejaba en una pequeña colina situada enfrente. Ese juego de luz y esa línea imaginaria creada fueron moldeando aquella colina hasta identificarla con un altar y dando cuerpo a la que sería su obra en aquel primer ‘Arte en la tierra’, ‘ARA’. “Me ayudó mucho –explica- una frase que dice algo así como ‘esta colina era su altar y el mundo su templo’”.
Ahora, en 2013, diez años después ha buscado, “de una forma un tanto inconsciente", la misma línea imaginaria. En ese trazado ha situado una árbol seco que pinta de oro. “Se trata de un doble juego –indica- por una lado está la idea de aquellos pintores que salían del estudio para capturar la luz natural y, por otro, el concepto del árbol caído que se transforma a través de la pintura, pintándolo no sobre lienzo, sino sobre la propia naturaleza. Hoy en día, si algo se puede considerar sagrado es la naturaleza”.


Carlos Rosales ve en ‘Arte en la tierra’ un reto atractivo. “Aquí, en mitad de la naturaleza, no tienes control sobre todas las claves como ocurre en el estudio; además, contemplar el proceso creativo es algo interesante que genera un acercamiento del espectador muy diferente al que se produce en un museo, aquí se puede conocer el cómo”.


Junto a Carlos Rosales atravesamos de nuevo la carretera y nos introducimos en una pequeña arboleda junto a la ermita en la que los chopos han creado un laberinto natural. Allí, a tres metros de altura trabaja Óscar Cenzano en su ‘Danza de la luz’.

 

Cenzano última el montaje de una serie de cúpulas coronadas con cuerpos de mujer, elaboradas con materiales reciclados de la naturaleza, y que ofrecen una gran plasticidad. “De alguna manera –detalla- la idea que quiero transmitir es la devolución y agradecimiento a la naturaleza por todo lo que nos da”. Al mismo tiempo la arboleda ofrece diferentes juegos cromáticos. “Los chopos, por un lado, tamizan la luz y el efecto se vuelve a repetir al reflejarse en los faldones de paja que forman las cúpulas”. La imagen de templo natural reaparece.
Llevo ya un tiempo –explica- trabajando sobre esta idea de las bóvedas, investigando con formas y materiales nuevos. Así, que cuando me propusieron regresar a ‘Arte en la tierra’ imaginé como sería desarrollarlas con materiales de la naturaleza". ‘Danza de luz’ se completa con un reflejo sobre el suelo, sobre la tierra, a modo de vidriera.


Cenzano no tiene dudas. “No hay un teatro como ‘Arte en la tierra’ en ningún sitio, te lo ofrece todo, todos los materiales y todos los colores. A veces se insiste en que es algo efímero, pero yo no lo creo; ésto, lo que haces y compartes aquí, te lo llevas y lo recuerdas para siempre en tu mente”.

 

De regreso carretera arriba, nos cruzamos con los vecinos que pasean. El sol brilla, no hay nubes, pero el calor no ahoga. Con esas equívocas pistas, Félis Reyes anuncia que por la tarde lloverá. Acertó. Desde el mirador que enlaza los dos tramos de Santa Lucía de Ocón la obra de Demetrio Navaridas va tomando forma. ‘Artificio’ es un homenaje a Gaia, la diosa de la naturaleza y “a su vez –indica el artista- a todas las personas que mantienen viva la agricultura”.
  Y es que Navaridas se revela frente a la percepción equivocada que puede tenerse sobre que los agricultores en su labor no piensan en la belleza. “No es así –dice- la gente que trabaja el campo ve los colores, saben indicarte que elemento de la naturaleza puede proporcionarte la tonalidad que buscas y encuentran la belleza en todos esos elementos de la naturaleza”. Esa certeza, asegura Demetrio Navaridas que la ha aprendido allí, en Santa Lucía, en ‘Arte en la tierra’, con la ayuda de los agricultores y vecinos que colaboran en hacer realidad su obra.

 

Yo en ‘Artificio’ persigo lo mismo; a través de un hexágono y con harina y ceniza como recursos cromáticos generar un juego geométrico que se perciba desde la altura del mirador, una vez que el dibujo abarque toda la superficie de la finca”. Entonces los hexágonos se confundirán con cubos y representarán “el nacimiento, la vida y la muerte; el blanco, el gris y el negro; y cada cubo será una persona y el conjunto la sociedad”. Aquel año 2003 inaugural de la cita artística de Santa Lucía, Navaridas también recurrió a la geometría. Entonces fueron unas gigantescas espirales sobre fincas recién segadas.


Si fuera cierto que la creación artística juega con los objetos y las ideas que ama –y no tiene porque no serlo- en Santa Lucía de Ocón se ha reunido este año un extraordinario grupo de creadores amantes de la naturaleza.


Félix Reyes se acerca al mirador a contemplar cómo marcha la obra de Demetrio. “¿Qué si ‘Arte en la Tierra es una ofrenda a los dioses de la naturaleza? Totalmente. Es también una ofrenda al artista en sí mismo y desde el artista al espectador. Es también generosidad, una generosidad que se inicia en la naturaleza, que es rica y te da cosas; que continúa en el artista que se vuelca tratando de entender qué es el arte, como mejorarlo para mejorar o modificar la naturaleza, y es generosidad de la gente, de los vecinos, trabajando codo con codo con los artistas. Es un regalo de los dioses y para los dioses. Es algo increíble, de una enorme grandeza”./Javi Muro

 

*En la Galerías de imágenes se pueden contemplas las obras de Óscar Cenzano, José Carlos Balanza, Carmelo Argáiz, Carlos Rosales y Demetrio Navaridas para la edición inaugural de 'Arte en la tierra', celebrada hace diez años.

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